sábado, 7 de enero de 2012

UN BOSQUE EN LA TOSCANA ITALIANA


Estas vacaciones de Navidad estuve en una casita en un bosque de la Toscana italiana, en un lugar mágico entre Florencia y Siena, del que no voy a desvelar el nombre así tan fácilmente.

El plan de la semana: levantarnos (más temprano de lo que habría querido), desayunar tostadas de pan con aceite y o algún dulce de típico de la zona y café y, después de abrigarnos bien, carretera y manta, con nuestro cochecito al lugar que hubiésemos decidido la noche anterior. 

Nuestras paradas: 
Bolonia, Florencia, Greve in Chianti, San Gimignano, Siena, Arezzo, Cortona, Lucca, Pisa...

No sería capaz de recoger en pocas palabras todo lo que vi, ni todo lo que sentí, ni, por supuesto, todo lo que comí, porque por donde quiera que fueras había restaurantes pequeños, familiares, con tentaciones hechas para sucumbir a ellas.

Independientemente de las iglesias, que desde Santa María de Novella en Florencia, hasta el Duomo de San Gimignano, con sus maravillosos frescos; y de las placitas de pueblos como Greve in Chianti, donde existe una estatua de Verrazzano, (navegante florentino descubridor del puerto de Nueva York y que le da nombre al famoso puente Verrazano-Narrows); o la espectacular piazza Il Campo de Siena; todo allí supura arte, naturaleza y gusto por las cosas sencillas. 

En Arezzo me habría quedado muchísimo más tiempo: su mercado de antigüedades del sábado, con muebles enormes, estatuas y miles de objetos ocupando todo el centro histórico, le dan a la ciudad un aspecto irreal, bellísimo. Lucca y San Gimignano parecen salidas de un cuento; en cuanto a Florencia, no puedo decir mucho, porque podría decirlo todo. Es una de mis ciudades europeas favoritas. La Officina Profumo Farmaceutica de Sta. Maria de Novella, fundada en 1221, cuyas fórmulas y bálsamos con hierbas medicianles comenzaron los monjes dominicos, la plaza della Signoria, con su logia llena de estatuas, el Arno, las vistas de toda la ciudad desde el Piazzale Michelangelo, con la imponente cúpula del duomo al fondo, el David de Miguel Angel. De Firenze, me quedo con todo.

Officina profumo farmaceutica Sta Maria Novella



En los restaurantes cervezas artesanales, vinos tintos de la zona de Chianti, blancos buenísimos, tiramisús exquisitos, carpaccios y quesos con mermelada, pasta fresca hecha en el momento y preparada con ingredientes que aquí jamás utilizamos, el café espresso, el aceite, el pan de campo...

Es un paraje, que, aunque explotado turísticamente, posee zonas que mantienen el encanto de lo natural, con un cielo limpio, lleno de encinas abrazadas por hiedras , y de cervatillos y jabalíes, que salían al camino cada noche en la vuelta a casa. Antes de abrir la puerta y encender la chimenea, millones de estrellas, visibles solo en lugares solitarios, apartados, fuera de las urbes, nos observan. 

Y sonrío, como lo hacen los valles.