Hace ya cinco años largos, pasé diez días recorriendo Sicilia en un pequeño coche de alquiler. He tenido la posibilidad de volver más tarde, y siempre la he acabado rechazando. Dice Sabina que "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver"...Esa máxima la he cumplido hasta ahora con Sicilia, aunque no sé si podré resistirme eternamente, porque todo lo allí descubrí, de su tierra árida y verde, su gente y su gusto natural, sus aromas, sus volcanes, sus chumberas, el color de sus mares, sus vinos, su alegría a pesar de sus tragedias, su historia, su misterio, los colores de la arena de sus playas, su mermelada, su pasta alla norma, sus palacios, su festival de verano, sus frangipani, su arte, sus pequeñas islas circundantes, etc..., me pide a gritos que vuelva, que vuelva...
Me voy a permitir en esta ocasión incluir alguna fotografía no tomada por mí porque creo que no le harían justicia a esta isla...y aún así, las que os muestro temo que tampoco se la van a hacer.
Ésta es una isla del Sur de Italia, pobre, que no recibe tanto del Gobierno como otras regiones (durante muchos años han estado, digamos, de espaldas a él), caótica, y por tanto, no un lugar que recomendaría a todo el mundo. Si Lisboa, Porto, Roma, Marsella o Nápoles, no te atraen por decadentes, no vayas a Sicilia. Si por el contrario gustas de edificios y palacios preciosos aunque mal conservados, un tanto salvajes, con los balazos aún de las fachadas tras el bombardeo de 1943, callejuelas llenas de gatos, maceteros en cada acera por estrecha que sea... si gustas del sabor de pueblo con mercados como los de toda la vida, de los balcones abigarrados de plantas misteriosamente verdes a pesar de la aparente falta de cuidado, de lo artesanal, del tomate casero de la pasta tan espectacular que te obliga a decírselo al dueño del restaurante...en fin, si eres una persona apasionada por la pasión, no lo dudes, Sicilia es tu isla.
Palermo, su capital, es la ciudad que me robó el corazón. Era mi punto de partida y de regreso a España, y me alojé en un hotel ultra clásico, y un tanto decadente, a dos pasos del Cruce dei Quattro Canti por el que hube de transitar muchas veces en esos días y que, cada vez que lo hacía, me obligada a detenerme para observar, sí, otra vez, las estatuas que lo custodian...
El duomo o catedral de Palermo, medieval, S. XII, es preciosa, y la catedral de Monreale, a las afueras, tiene unos mosaicos y un claustro que merecen la visita, aunque esté un poco apartada.
Pero además de los lugares que "hay" que visitar en Palermo, como su Jardín Botánico, o su Museo internacional de Marionetas, la Piazza Marina con sus ficus gigantescos, la fontana Pretoria, el famoso teatro Massimo donde se rodó la escena final de la tercera parte de "El padrino", la iglesia de arquitectura árabe San Giovanni degli Eremiti, la Capella Palatina, etc...cualquier paseo tranquilo por el casco antiguo de la ciudad se convierte en arte...
...y como decía, en caos, debido a las motos pitando continuamente de la noche a la mañana para advertir absolutamente de todos, todos, sus movimientos. La verdad es que cuesta un poco acostumbrarse, sobre todo si circulas con un coche, porque se cuelan por todas partes...pero fue muy divertido.
Si además, como yo, realizas tu viaje en verano, disfrutarás de muchísimo ambiente, ya que es cuando se celebra su festival, que dura dos meses, con espectáculos de todos tipo, muchos de ellos, instalados en sus calles y plazas...una delicia.
He de decir, que, como en el resto de Italia, en general en Sicilia se come de maravilla, pero no quiero que se me escape ese pequeño restaurante al que llegamos casualmente y que no olvidaré nunca: el Sant'Andrea y su pasta alla norma, con berenjenas, tomate casero y queso ricotta...huuuummm.
Una vez abandonada Palermo y su caótica circulación, resultó que la cosa del conducir fue a peor, ya que el modo de adelantar en las carreteras de Sicilia, isla bastante montañosa en algunas zonas, y por tanto con escasa visibilidad, es, muy relajado...para los sicilianos. Ellos se tiran al carril contrario sin mirar...y el que viene de frente, reduce y se aparta, sin más. Y lo más curioso, ni un pitido...Al principio la que iba de susto en susto era yo al ver al coche de delante lanzarse en plan kamikaze, pero finalmente, el subidón de adrenalina y lo lento que irías de otro modo, te arrastra a lanzarte a la aventura de "pasemos los tres coches a la vez por estos dos estrechos carriles de carretera de montaña".
Mi ruta me llevó a Agrigento, a tiro de piedra de Túnez, parada obligada para poder ver el "Valle dei templi", con templos griegos realmente bien conservados, y su catedral.
De allí fui hasta un pequeño pueblo del interior, precioso, Módica, con una catedral, un chocolate con canela y otro con pimienta, una mermelada de higo chumbo, el vino Nero d'avola... y uno de los bed&breakfast más bonitos en los que he estado nunca: L'Orangerie.
De esa parada y fonda la ruta me llevó hasta Siracusa, con su espectacular teatro griego en el que aún hoy se realizan obras de teatro, conciertos, etc..., y la preciosa península de Ortigia.
Los últimos dos lugares que visité, no fueron menos especiales, aunque por distintos motivos: Catania, una ciudad muy diferente, ya que, al estar a los pies del volcán Etna, la mayoría de sus edificios incorporan lava en su material de construcción, incluido su teatro romano, lo que le da un aspecto un tanto lúgubre.
Y Taormina, que es a Sicilia lo que Capri a la costa Amalfitana, un pueblo muy coqueto, super turístico, con unas vistas bellísimas debido a la altura a la que se encuentra, con el Etna al fondo, para ver rápido y marcharse a buscar una de las mil calas y playas de arena, algunas de ellas de ese color tan característico debido a las minas de piedra pómez como las de la isla de Lipari.
Esa fue mi gran asignatura pendiente en aquel viaje, y me quedé con muchísimas ganas de visitar Lipari, la isla volcánica de Strómboli, refugio de la jet set, con un volcán activo de modo que todas las casas están concentradas en una lateral de la isla, en la cual no hay electricidad, y muchas otras pequeñas islas apenas pobladas...pero eso será cuando vuelva...
Yo, por si acaso, me volví a España cargada de risas y recuerdos, entre ellos, una ramita de olivo que aún conservo...